La infección orofacial es una de las comunes causas de consulta odontológica en los servicios de urgencias de hospitales y centros de salud. El término hace referencia a una lesión de carácter infeccioso, que en la mayoría de ocasiones está asociada a la proliferación de bacterias aerobias y anaerobias, propias de la flora oral; no obstante, en ocasiones puede deberse a microorganismos anaerobios y, en este caso, el cuadro clínico es mucho más agresivo.
Por lo general, tales infecciones comprometen los tejidos dentarios afectados por otras entidades patológicas como la caries, la enfermedad periodontal y la pericoronitis y también pueden asociarse a procesos infecciosos de las glándulas salivares, sobre todo de la glándula parótida.
Para que se desarrolle un absceso orofacial, es preciso que la acumulación de material purulento ocasione una destrucción ósea importante, que comprometa las tablas óseas externa o interna y se difunda a través de los planos aponeuróticos. Ello conduce a un complejo cuadro clínico que bien puede comprometer la vida del paciente si no se realiza un tratamiento oportuno. Según varios estudios, la causa mas relacionada con los abscesos orofaciales es de naturaleza odontogénica.
Ya que hay una relación estadística importante entre las infecciones orofaciales y su etiología odontogénica, es preciso referirse brevemente a algunas afecciones dentales y de los tejidos de soporte de los dientes que pueden verse implicadas en el reconocimiento y manejo de la infección orofacial.
Infección dentoalveolar
Es la invasión microbiana de los tejidos óseos circundantes al diente y se originan en un proceso carioso que ha avanzado a tal punto que, luego de destruir los tejidos duros (esmalte, dentina, cemento), afecta la pulpa dentaria; de esta forma genera un cuadro de pulpitis que lleva a la necrosis pulpar. Si no recibe tratamiento (endodóntico o exodóntico), genera una invasión bacteriana del área periapical que, a su vez, da origen a un absceso periapical o dentoalveolar.
Enfermedad periodontal
La enfermedad periodontal es un proceso crónico que afecta sobre todo a pacientes adultos y cuya principal característica es la destrucción de los tejidos de soporte dentario que incluyen la encía, el cemento, el ligamento periodontal y el hueso alveolar. En general, el proceso comienza con una inflamación gingival que se extiende hacia los tejidos de soporte y genera bolsas periodontales, con la posterior pérdida del diente. El proceso final que lleva al deterioro de las estructuras de soporte es conocido como periodontitis.
En los estados iniciales de la gingivitis es posible frenar el proceso destructivo mediante detartrajes, manejo antibiótico y enjuagues bucales. Cuando el proceso avanza y la destrucción de los tejidos de soporte se manifiesta con exudado purulento, halitosis y movilidad dentaria suele acompañarse de abscesos periodontales los cuales tiene una vía de drenaje a través del surco del diente afectado.
Pericoronitis
Esta afección se asocia a un proceso infeccioso que se relaciona, por lo general, con la presencia de un diente en erupción, usualmente un tercer molar. En esta circunstancial, el tejido pericoronario llamado opérculo, deviene en un foco infeccioso que, con facilidad, puede diseminarse a los tejidos vecinos y ocasiona dolor e inflamación.
Manifestaciones clínicas
Los rasgos clínicos de los abscesos orofaciales dependen, en gran medida, de los sitios hacia los cuales se extiende la infección, por cuanto, en la cavidad oral convergen diversos espacios craneofaciales y cada uno de ellos contiene estructuras diferentes. Por ello es necesario hacer una breve mención de estos espacios y sus características esenciales.
El espacio bucal está relacionado con las inserciones del músculo buccinador y al llenarse de material purulento ocasiona una inflamación localizada que semeja la fascies de un trompetista. El espacio bucal está comunicado, de manera más o menos libre, con el espacio periorbitario y la continuidad del tejido adiposo entre estas dos cavidades permite que la infección se disemine al espacio temporal; en este caso, aparece tumefacción tanto extraoral como intraoral.
El espacio infraorbitario, también llamado espacio canino, se relaciona con los músculos elevadores del labio superior. Su presentación genera una gran tumefacción dela región infraorbitaria que puede involucrar el párpado inferior. Además, por este espacio desciende la vena angular desde el ángulo interno de la órbita, para unirse a la vena oftálmica inferior, la cual sigue por el piso de la bóveda orbitaria, atraviesa la hendidura esfenoidal y desemboca en el seno cavernoso. Por esto, el compromiso de estos vasos sanguíneos puede llevar a tromboflebitis séptica y trombosis del seno cavernoso, con las graves consecuencias que acarrea.
El espacio submandibular está delimitado por el borde inferior de la mandíbula y los dos vientres del músculo digástrico y allí se encuentra la celda submaxilar, que aloja a la glándula salivar correspondiente, el origen del conducto de Wharton, la arteria facial, la arteria submentoniana y los nervios hipogloso y lingual. Los abscesos de este espacio suelen aparecer por extensión de infecciones de los molares inferiores y debido a las relaciones anatómicas pueden extenderse hacia el espacio sublingual y el espacio submentoniano. Si el absceso traspasa la línea media factible que se genere una angina de Ludwig.